Este circo es un desastre

2ª edición: Amazon, 2018
1ª edición: Edimáter, 2010 (descatalogada)
Género: Álbum ilustrado / Aventuras
Edad recomendada: +7 años
Autor: Miguel Ángel Villar Pinto
Ilustrador: Rafael Jiménez Chacón
Páginas: 48
ISBN: 9788496870321
Disponible en: bibliotecas

El fantástico Esnini y su circo es un desastre. El presentador sufre afonía, el equilibrista tiene vértigo, el mago pronuncia casi siempre mal las palabras mágicas, el forzudo es un patán, la domadora de fieras tiene problemas a la hora de manejar el látigo… En tales condiciones, no es de extrañar que cada función sea una nueva aventura, donde puede pasar casi cualquier cosa.

En medio de todos los disparates y despropósitos de los adultos, que llevan al circo al borde de la quiebra, se encuentra Jorgito, un niño de nueve años que se las ingeniará para que, pese a todo, el circo continúe con su espectáculo.


Este circo es un desastre
Capítulo 1: Una entrada triunfal


El fantástico Esnini y su circo era un desastre. Nunca se sabía lo que iba a pasar en cada función porque, fuera como fuera, algo siempre salía mal. Lo raro sería lo contrario.
         El propio Esnini, que además de director era el presentador del espectáculo, tenía mucha maña para llamar la atención del público, pero estaba afónico casi siempre y cuando hablaba su voz semejaba una montaña rusa, un concierto en el que parecían estar presentes el pato Donald y Shin Chan acompañados por unos gallos locos.
         La domadora de fieras, una mujer valiente donde las haya, que ante los feroces leones y panteras no mostraba el menor asomo de miedo, se liaba cada dos por tres con el látigo y, sin saber cómo, terminaba dándose a sí misma. ¡Vaya luchas que mantenía consigo dentro de la jaula!
         A los payasos, frente a un público numeroso, se les daba por hablar en voz tan baja que para escucharles habría que gastar un dineral en altavoces…
         Y así se podría seguir con el forzudo, un hombre capaz de levantar a un elefante del suelo, pero cuya verdadera proeza consistía en hacerlo sin que se le escapara de las manos, pues era un auténtico patán; cada dos pasos que daba tropezaba tres veces.
         El equilibrista, últimamente estaba aquejado de vértigo. Pasando sobre el cable, más que un maestro de las alturas, parecía un bailarín de algún estilo libre de danza.


         Del mago… ¡se podría decir tantas cosas del mago! Pero quizás la más llamativa sea que sudaba a mares cuando llegaba el número de la desaparición. En cierta ocasión se había confundido con las palabras mágicas, cosa no demasiado inusual, y ¡no se le volvió a ver hasta pasado un mes! Según contó, había aparecido en lo alto de una montaña, y había tenido que mantenerse a base de hierba hasta que consiguió regresar…
         En fin, lo que está claro es que el circo era un desastre, ¡un verdadero desastre!, por lo que las reacciones del público podían ser de lo más imprevistas.
         Ante la confusión, podían acabar desternillándose de risa en el mejor de los casos, como pasar al abucheo y pedir la devolución del dinero de las entradas en el peor, que era lo más frecuente, y se montaba un gran barullo.
         Pero esta vez sucedió algo sin precedentes. Todo comenzó por mal camino incluso antes de la función.
         Siguiendo la ruta planeada, entraban las caravanas del circo en la ciudad de Melidonda cuando se pincharon todas las ruedas a un tiempo. No hace falta decir que en un momento se formó un auténtico jaleo de los buenos. La avenida se colapsó inmediatamente y los pitidos de los coches comenzaron a replicarse unos a otros, cada vez más furiosos. A éstos les siguieron gritos de indignación de los conductores.
         —¡Gamberros!
         —¡Ya veréis cuando venga la policía!
         En fin, se había batido un nuevo record. Veinte vehículos, unas cien ruedas, reventadas en un mismo instante… Era difícil, muy difícil de explicar, y por mucho que lo intentó Esnini, cuando se presentaron varios agentes de policía no hubo nada que hacer. Lo metieron en un coche patrulla y se lo llevaron a comisaría. Fue acusado de alteración del orden público con premeditación.


         —¡De verdad que ha sido la mala suerte! ¡De verdad! —repetía una y otra vez con su vocecilla escuchimizada, lo que no hizo más que empeorar las cosas, pues al hablar como un dibujo animado, los policías creyeron que Esnini se estaba riendo de ellos.
         Finalmente, ¡menos mal!, todo quedó en un susto. Como no se encontró prueba alguna que respaldara la acusación, Esnini fue puesto en libertad. Al llegar al circo fue recibido con gran alegría, y sobre todo con alivio, pues los demás integrantes del mismo habían estado muy preocupados.
         Pero esta buena noticia no reinó mucho en el ambiente. Al día siguiente el circo había salido en la mayoría de los periódicos, y casi todos se referían a él con titulares poco agradables:
         «La caravana de la discordia»
         «Un verdadero circo en la carretera»
         «Payasos del asfalto»
         …
         Por lo visto, habían sido muchos los periodistas que llegaron tarde a sus trabajos a causa del incidente y, al parecer, no les había hecho mucha gracia.
         Sin duda, nunca había tenido El fantástico Esnini un comienzo tan estrafalario y calamitoso, ¡que ya es decir...! (Continúa en Este circo es un desastre, disponible esta edición en bibliotecas; la 2ª edición en Amazon).